La imagen de un niño inclinado sobre un ataúd, con la cabeza apoyada en el cristal, evoca emociones intensas y complejas. Nos confronta con la realidad de la muerte y cómo los niños perciben este trágico suceso. La muerte, aunque parte integral de la vida, sigue siendo un tema difícil de abordar, sobre todo para las mentes jóvenes.
La inocencia de la infancia
Los niños poseen una inocencia y pureza que a menudo los hace más sensibles al dolor y la pérdida. Su comprensión de la muerte suele estar limitada por sus experiencias vitales. Para ellos, la muerte puede parecer una separación temporal, un estado diferente del ser, más que un final definitivo. La imagen representa esta inocencia, donde el niño quizá no comprenda del todo la magnitud de la pérdida.
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