Ayer, mi nieto probó por primera vez las agujas de alerce y le gustaron. Me recordó a mi infancia y a las hierbas y plantas silvestres que solíamos probar entonces.
Se puede hablar mucho sobre este tema. Lo primero que viene a la mente es la hierba morada, a la que llamamos sandías.
Crecía a la vera de los caminos, y no nos importaba en absoluto. La recogíamos con las manos sucias, le quitábamos el polvo y nos la comíamos.
Y no se trataba de hambre. Así fue como descubrimos el mundo que nos rodeaba. ¿Alguna vez has probado un cubito de hielo o has intentado probar un trineo en el frío? Pues nosotros lo probamos todo.
Cuando florecían las lilas y las acacias, comíamos sus flores. Nos gustaban especialmente las flores de lila de cinco pétalos.
También comíamos brotes tiernos de arce y flores de trébol.
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