Antes siquiera de que tengamos la oportunidad de articular una sola sílaba, el fenómeno del color empieza a narrar nuestra historia. Los tonos específicos que elegimos instintivamente, los tonos ambientales que seleccionamos para nuestros espacios vitales e incluso los matices que rechazamos o evitamos conscientemente: todas estas elecciones reflejan aspectos complejos de nuestra experiencia interna, revelando cómo nos sentimos y qué necesidades emocionales fundamentales intentamos satisfacer. El color es mucho más que una simple cuestión de gusto personal fugaz o estilo externo; funciona como un lenguaje emocional altamente sofisticado. Es un reflejo directo de la interacción dinámica de estados de ánimo, recuerdos profundos y significados significativos que constantemente moldean y redefinen nuestro mundo psicológico interior.
Para el lector maduro, quien ha transitado con soltura numerosas etapas de la vida y acumulado décadas de experiencia, resulta profundamente revelador reconocer que el paisaje cromático que construimos a nuestro alrededor a menudo cambia sutilmente a la par
de nuestra evolución personal. Una bufanda color burdeos intenso, la influencia tranquilizadora de una pared cerúleo pálido, la simple y optimista sensación de una taza de cerámica amarillo pálido: estas selecciones diarias aparentemente insignificantes registran silenciosa y continuamente las coordenadas actuales de nuestro viaje emocional y psicológico. Esta profunda comunicación no verbal habla directamente a nuestro ser más profundo.
El vocabulario preverbal: por qué el color comunica primero.
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