Un conjunto de factores, a menudo mezclados:
Tendencia genética: algunas familias se ven más afectadas.
Sobrepeso: cada kilo de más aumenta la carga sobre la articulación.
Ocupaciones físicas o deportes repetitivos: trabajos pesados o movimientos repetitivos aumentan el desgaste.
Historial de lesiones (fracturas, luxaciones) o enfermedades articulares como poliartritis.
Señales que deberían advertirte
Rigidez matutina que aumenta con el movimiento.
Dolor de cadera al caminar, subir escaleras o levantarse.
Dificultad para calzarse los zapatos, agacharse.
Sensación de roce o crujido en la articulación.
Dolores referidos a la ingle, muslo o rodilla.
Fatiga muscular, problemas de equilibrio, dolor nocturno o sensación de calor en la cadera.
Buenas noticias: puedes vivir con una cadera desgastada
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