El “embarazo” que desconcertó a los médicos: ¿Qué crecía realmente dentro de esta mujer de 50 años?

Antes de que nadie pudiera detenerla, saltó de la camilla. «¡Necesito ir al baño ahora mismo!», gritó, corriendo hacia un baño cercano y cerrando la puerta de golpe. El equipo médico se quedó atónito y confundido. Unos instantes después, la puerta se abrió. Rosa estaba allí, radiante, con una expresión de profundo alivio en el rostro.—Ya se fue —anunció con una risa temblorosa—. El gusano salió.

La doctora Elvira echó un vistazo y lo vio con sus propios ojos. Allí, en el inodoro, estaba el parásito gigante, ya fuera de su paciente. Rosa regresó junto a Ader con una sonrisa burlona. «Te dije que mi té lo solucionaría. Ese té que estaba preparando antes de que me arrastraras hasta aquí. Era un laxante. Con eso bastó».

La tensión que había asfixiado la habitación durante horas finalmente se rompió, reemplazada por carcajadas estruendosas e incrédulas. Más tarde, los análisis de laboratorio confirmaron la teoría del Dr. Leonel: se trataba de un parásito mutado, probablemente ingerido a través de alimentos contaminados, que había alcanzado un tamaño sin precedentes. Pruebas posteriores demostraron que Rosa estaba completamente sana, sin daños en los tejidos de su estómago. Desde ese día, no faltó a ninguna cita médica. Seguía disfrutando de sus infusiones, pero había aprendido una valiosa lección sobre la vital importancia de buscar atención médica cuando el cuerpo da señales de alarma. Estaba agradecida por su vida, por su salud y por el marido que se negó a dejarla rendirse, incluso cuando ella lo deseaba.

Cuando la imagen cobró vida en la pantalla, la Dra. Elvira se quedó paralizada. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, entre la incredulidad y el horror. Había algo dentro, moviéndose con una fuerza bruta y antinatural. No era un bebé.

—¿Qué es eso, doctor? —susurró Rosa con voz temblorosa—. Por favor, ¿qué hay dentro de mí?

La doctora Elvira no respondió. Llamó en voz baja al doctor Leonel, especialista en gastroenterología. Al ver el monitor, retrocedió visiblemente. «Dios mío», murmuró. «No me lo puedo creer

Cuando la imagen cobró vida en la pantalla, la Dra. Elvira se quedó paralizada. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, entre la incredulidad y el horror. Había algo dentro, moviéndose con una fuerza bruta y antinatural. No era un bebé.

—¿Qué es eso, doctor? —susurró Rosa con voz temblorosa—. Por favor, ¿qué hay dentro de mí?

La doctora Elvira no respondió. Llamó en voz baja al doctor Leonel, especialista en gastroenterología. Al ver el monitor, retrocedió visiblemente. «Dios mío», murmuró. «No me lo puedo creer