Así que me quedé pequeña.
Me quedé callada.
Me volví invisible.
Vi pasar los años como agua de fregar por el fregadero.
Cinco cumpleaños, ninguno mío.
Cuatro Navidades, sin regalos.
Mi primera regla: usé pañuelos hechos una bola a escondidas.
Mi padre murió, no me dejaban ir a casa.
Una noche, Madam se rió con sus amigas:Sonreí.
Porque incluso a los muebles se les quita el polvo a veces.
Había una luz en esa casa: Uju.
La pequeña.
Nació con anemia falciforme.
Siempre débil. Siempre con dolor.
Pero ella me alcanzaba y me susurraba:
“Tía Shade, por favor, no me dejes.”
Nunca lo hice.
La abrazaba cuando temblaba.
Le cantaba cuando le subía la fiebre. Rezaba como una madre, aunque nadie me llamaba así.
Un martes por la mañana, se desplomó.
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