“Fui su criada durante 10 años, pero el día que mi sangre salvó la vida de su hija, finalmente me preguntaron mi nombre”.

Puertas grandes. Reglas estrictas.
Gente corpulenta que apenas me miraba.

“No toques nada del refrigerador”.
“No hables cuando la señora esté de pie”. “No llames a Ogechi tu compañera; es la hija. Tú eres la ayuda.”

Así que me quedé pequeña.
Me quedé callada.
Me volví invisible.

Vi pasar los años como agua de fregar por el fregadero.

Cinco cumpleaños, ninguno mío.
Cuatro Navidades, sin regalos.
Mi primera regla: usé pañuelos hechos una bola a escondidas.
Mi padre murió, no me dejaban ir a casa.

Una noche, Madam se rió con sus amigas:“Es tan silenciosa. Como los muebles.”

Sonreí.
Porque incluso a los muebles se les quita el polvo a veces.

Había una luz en esa casa: Uju.

La pequeña.
Nació con anemia falciforme.
Siempre débil. Siempre con dolor.

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