“Fui su criada durante 10 años, pero el día que mi sangre salvó la vida de su hija, finalmente me preguntaron mi nombre”.

La señora vino a mí.

Manos temblorosas. Ojos llenos de lágrimas.

Me tomó de la mano.

“Gracias…”
“…Shade.”

Mi nombre.
Después de diez años. Por fin.

Después de esa noche, las cosas cambiaron.

Me dieron una habitación de verdad.
Me apuntaron a clases nocturnas.
Empezaron a decir “por favor” cuando me mandaban a hacer recados.