“Me informaron que tienes un niño en la casa. ¿Qué clase de circo estás montando, James? Nuestra familia no puede permitirse escándalos. Ese niño no es uno de nosotros. No tiene apellido, no tiene historia. Haz lo correcto y devuélvelo a donde pertenece.”
James apretó la carta con fuerza. No la rompió. No era su estilo. Solo la colocó en la chimenea y la vio arder lentamente.
Por primera vez en años, sintió que tenía algo que defender.
Y lo haría.
Con todo.
Parte 5: El juicio socialLos rumores empezaron a circular. Una criada que recogía niños de la calle. Un millonario solitario que “adoptaba” sin papeles. Algunos vecinos hablaron de escándalos, de tráfico, incluso de chantaje.
Las redes sociales no tardaron en explotar cuando un reportero de tabloide publicó una foto borrosa de Leo y James en el jardín.
“¿Hijo o distracción mediática?”, decía el titular.
James los ignoró.
Hasta que los trabajadores del gobierno llegaron a la puerta.
—Recibimos denuncias anónimas —dijo la mujer del DIF—. Necesitamos hacer una revisión.
Leo se aferró al pantalón de James como si lo fueran a arrancar de nuevo al mundo.
James respiró hondo.
Y, por primera vez en años, se quebró.
—¿De verdad quieren llevarse a este niño… para devolverlo a nada?
La trabajadora lo miró. Luego a María. Luego a Leo.
Y suspiró.
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