Soy médico y estudio los efectos devastadores de la COVID-19 prolongada. Hoy, es mi propia vida la que está dando un vuelco.

Cuando el cuerpo dice basta

La COVID prolongada se manifiesta de muchas maneras, pero el síntoma más común es la fatiga crónica. Una fatiga extrema que supera con creces un simple bajón. El Dr. Cohen la describe como un agotamiento extremo… incluso después de una buena noche de sueño.

Si a eso añadimos mareos, confusión mental persistente, problemas de memoria o del habla… cada tarea se convierte en un reto.

Según un estudio de la Universidad de Yale, aproximadamente la mitad de las personas con Covid prolongado también cumplen los criterios del síndrome de fatiga crónica, un trastorno poco comprendido y a menudo subestimado.

Repercusiones en la vida social y profesional

La COVID prolongada no solo afecta la salud. También impacta la carrera profesional, las relaciones sociales y el bienestar emocional. El Dr. Cohen, al igual que una de cada diez personas en Estados Unidos afectadas por esta afección, ha tenido que reducir drásticamente su actividad profesional.

Muchos pacientes se ven obligados a compaginar la pérdida de ingresos, las facturas médicas y el aislamiento. Algunos tienen que elegir entre pagar el alquiler o ir al médico.

Mientras tanto, la investigación está estancada, obstaculizada por una creciente falta de interés público y una financiación decreciente.

Efectos muy reales en el corazón, los pulmones… y el cerebro

Contrariamente a la creencia popular, las secuelas de la COVID-19 prolongada no son solo mentales. Dejan marcas duraderas en el cuerpo:Fibrosis pulmonar que dificulta la respiración;
inflamación cardíaca crónica;
síndrome de taquicardia ortostática postural (POTS), donde el corazón se acelera con el más mínimo cambio de posición;
y, sobre todo, un sistema inmunitario debilitado, que aumenta considerablemente el riesgo de infecciones comunes.
El Dr. Cohen insiste: «No se trata de pereza. No es psicosomático. Es una enfermedad real, multisistémica, aún muy poco conocida».

¿Esperanza? Una pista, pero aún no una cura.
El Dr. Cohen participa en ensayos clínicos de tratamientos prometedores como Paxlovid. Los resultados son alentadores, pero aún limitados. De los 13 pacientes evaluados, solo 5 experimentaron una mejoría temporal.

Llevamos cinco años de pandemia y aún no hay un tratamiento oficialmente aprobado para la COVID-19 persistente.

La lucha continúa, pero el camino por delante es largo. Mientras tanto, para evitar recaídas, se mantiene extremadamente vigilante, llegando incluso a evitar lugares públicos. Usar mascarilla no es una opción para ella, sino una necesidad vital.

Un llamado a la escucha y al reconocimiento.
Hoy en día, millones de personas viven con síntomas persistentes relacionados con la COVID-19. No siempre tienen un diagnóstico claro ni tratamiento. Y aún menos reconocimiento.

La historia del Dr. Cohen nos recuerda que se puede ser médico y víctima a la vez. Que se puede saber todo sobre una enfermedad… sin estar nunca a salvo de ella.

¿Tú o alguien que conoces vive con Covid persistente?
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