Una dura lección aprendida
Toda la experiencia fue como una bofetada en la cara, un recordatorio de que no importa cuán limpios o cuidadosos creamos que somos, la naturaleza tiene su propia forma de colarse. Y, a veces, las señales de advertencia son pequeñas, casi invisibles, hasta que dejan de serlo.Desde esa mañana, he realizado varios cambios:
Ahora escaneo mis sábanas todas las mañanas y todas las noches.
He añadido fundas protectoras a mi colchón y almohadas.
Aspiro no sólo los pisos, sino también el colchón y debajo de la cama semanalmente.
Inspecciono cuidadosamente el pelaje de mi perro después de cada paseo.
Y he comenzado a usar repelentes de insectos naturales alrededor de ventanas y marcos de puertas.
También aprendí una lección más grande: una que va más allá de las chinches apestosas o las sábanas.
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