El oxígeno es absolutamente vital para la vida humana. Desempeña un papel fundamental en prácticamente todos los procesos biológicos, especialmente en la producción de energía celular. Cada respiración transporta oxígeno a nuestros pulmones, donde ingresa al torrente sanguíneo y se transporta a los tejidos y órganos de todo el cuerpo. Allí, permite que las mitocondrias (los centros energéticos de nuestras células) conviertan los nutrientes en trifosfato de adenosina (ATP), la moneda energética que impulsa todas las funciones del cuerpo. Sin un suministro suficiente de oxígeno, este proceso esencial se ve interrumpido, lo que perjudica la función celular y, en última instancia, amenaza nuestra salud y supervivencia en general.
Cuando los niveles de oxígeno en sangre descienden por debajo de lo normal (hipoxemia), el cuerpo comienza a experimentar una disfunción generalizada. La hipoxemia priva a los órganos y músculos del oxígeno que necesitan para funcionar eficientemente. Con el tiempo, si no se trata, puede contribuir al desarrollo o empeoramiento de numerosos problemas de salud, desde fatiga leve y confusión mental hasta complicaciones potencialmente mortales como la insuficiencia orgánica. Reconocer los signos de niveles bajos de oxígeno en sangre a tiempo y tomar medidas preventivas es esencial para preservar la vitalidad a largo plazo y evitar consecuencias potencialmente graves.
Existen muchas causas subyacentes de la hipoxemia, algunas crónicas y otras más circunstanciales. Las enfermedades respiratorias crónicas, como el asma, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y la neumonía, con frecuencia deterioran la función pulmonar y dificultan el intercambio de oxígeno entre los pulmones y el torrente sanguíneo. En estos casos, la absorción de oxígeno se reduce significativamente, lo que dificulta que el cuerpo mantenga una saturación de oxígeno saludable. Fumar es otro factor importante que contribuye: daña los delicados sacos de aire de los pulmones (alvéolos), compromete la función de los vasos sanguíneos y reduce la eficiencia con la que los glóbulos rojos transportan oxígeno. Las personas que fuman regularmente tienen más probabilidades de sufrir niveles bajos de oxígeno persistentes.
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