Enfermedad de Charcot: Lo que sientes incluso antes del diagnóstico


Uno de los primeros signos de alerta de la ELA es la debilidad muscular, a menudo localizada. Los pacientes describen una pérdida de fuerza en un brazo o una pierna, o una dificultad repentina para sujetar un objeto o caminar. Este deterioro no es doloroso al principio, pero se vuelve persistente, alertando a los profesionales médicos sobre una posible afectación neurológica.

Dos formas clínicas distintas de ELA

La ELA se manifiesta principalmente de dos formas. La primera, conocida como ELA espinal, afecta la médula espinal y principalmente a los hombres. Inicialmente se presenta con dificultades motoras en brazos o piernas. La segunda, llamada ELA bulbar, afecta con mayor frecuencia a las mujeres y comienza con problemas para hablar, masticar o tragar. Esta última forma suele progresar más rápidamente.

Síntomas de la forma espinal: contracturas e inestabilidad

Los pacientes con la forma espinal presentan signos característicos: espasmos, fasciculaciones (pequeñas contracciones musculares visibles bajo la piel) y marcada debilidad muscular. Con el tiempo, incluso los movimientos más sencillos se vuelven dolorosos. Subir escaleras, abotonarse una camisa o levantarse de una silla se convierte en un reto.Síntomas de la forma bulbar: dificultad para hablar y alimentarse

La forma bulbar de la enfermedad suele comenzar con dificultad para hablar o tragar. Estos problemas, aparentemente leves al principio, se convierten rápidamente en importantes obstáculos para la comunicación y la alimentación. Comer se vuelve peligroso debido al riesgo de aspiración, y hablar requiere un esfuerzo considerable. El paciente también puede experimentar cambios en la voz, volviéndose más nasal o ronca.

Una progresión inevitable a lo largo de varios años:
la ELA progresa de forma diferente en cada paciente, pero su pronóstico sigue siendo desfavorable. En promedio, la esperanza de vida varía entre tres y cinco años tras el diagnóstico. La enfermedad avanza, afectando gradualmente a todo el cuerpo. La parálisis se extiende, lo que finalmente conduce al cese de las funciones vitales, en particular la respiratoria. Sin embargo, algunos pacientes, como Stephen Hawking, vivieron varias décadas con la enfermedad.

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