—Y mañana… —susurré.
—Mañana —Aaliyah apuró su vino—, los veremos caer en su propia trampa. La última lección de tu padre sobre las consecuencias.
Isaiah llegó entrada la noche, muy diferente del hermano confiado que había estado al lado de Holden en el funeral. Su traje de diseñador estaba arrugado y tenía sombras de cansancio bajo los ojos. Dudó en la puerta del despacho, aferrando una carpeta de cuero como si fuera un escudo.
—Te ves fatal —dije, rompiendo el hielo.
—Sí, bueno, ser doble agente no es tan divertido como en las películas —forzó una sonrisa que no le llegó a los ojos—. ¿Puedo pasar?
Le indiqué la silla de enfrente.
—Veo que encontraste la póliza de seguro de papá —dijo Isaiah, asintiendo hacia las fotos.
—¿Por qué no me dijiste lo que estabas haciendo? —La pregunta salió más áspera de lo que pretendía.
Se dejó caer en la silla.
—Porque tenía que enmendar las cosas. Después de todo lo de Holden, de cómo te traté durante el divorcio… Fui un idiota, Maddie.
—Eras mi hermano —corregí—. Se suponía que estuvieras de mi lado.
—Lo sé. —Abrió la carpeta y sacó un cheque—. Esto es lo que me ofreció Haley: medio millón de dólares por testificar que papá no estaba en pleno uso de sus facultades cuando hizo su testamento final. —Lo deslizó hacia mí—. Se lo llevé directamente a papá. Deberías haber visto su cara, Maddie. No estaba enfadado, solo… decepcionado. Entonces me habló de su plan.
—Hay más —continuó, sacando un teléfono—. Lo grabé todo. Cada reunión, cada oferta, cada amenaza. —Pulsó “play”.
La voz de Haley llenó la habitación:
—“…en cuanto el viejo estire la pata, impugnaremos el testamento. Con tu testimonio sobre su estado mental y la larga relación de Holden con él, nos quedaremos con todo. Esa Madeline no sabrá qué la golpeó.”
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