Fue el primer cuadro en años que colgaba él mismo.
Parte 3: María y la historia que nadie cuentaMaría observaba todo desde la cocina. Nunca imaginó que un niño callejero rompería la coraza del hombre más frío que había conocido.
James Lancaster no era cruel, pero sí distante. Había vivido demasiado tiempo entre contratos, inversiones, cenas silenciosas y habitaciones vacías.
Pero Leo… Leo lo estaba cambiando.
Y con cada gesto, con cada palabra que James le dirigía al niño, María pensaba en su propio hijo, que había perdido en un accidente hacía veinte años. Un hijo al que jamás pudo abrazar lo suficiente.
Ver a Leo correr por el jardín, con una cometa hecha con bolsas y alambre, le devolvía algo que ella pensó perdido: la esperanza.
Parte 4: La amenaza
Pero la felicidad, como el sol de invierno, a veces es breve.
Una tarde, mientras Leo dormía abrazado a un peluche viejo que María había rescatado del ático, llegó una carta.
Firmada por el hermano de James, el señor Alfred Lancaster, desde Londres.
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